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Mariana Enriquez: “Me aterra la relación del poder con fuerzas invisibles, ahora el algoritmo”

Mariana Enriquez: “Me aterra la relación del poder con fuerzas invisibles, ahora el algoritmo”

La actuación de Mariana Enriquez es una de las más esperadas en este Hay Festival de Segovia. Recibe en su hotel a La Vanguardia unas horas antes. Anagrama acaba de recuperar su novela Cómo desaparecer completamente (2004), un relato de un realismo radical en torno a un chaval inmerso en un drama familiar y social del que intenta liberarse con desespero.

En el festival de Mantua la han proclamado “l’acclamata regina del gotico latinoamericano”. En Barcelona se anunció su conferencia en postes reservados a las estrellas del pop y en Segovia llena un teatro. ¿Cómo disfruta más, escribiendo o en esta vorágine de las giras promocionales?

¡Escribiendo! De hecho, me mudé a Tasmania, a Australia. Mi marido es australiano, no es que me volví totalmente loca. En marzo hubo como un pequeño momento de no conocer a nadie, que nadie hable mi idioma, que esté todo el mundo durmiendo mientras yo estaba despierta y eso me dio una pequeña ventana para escribir. Digo una pequeña ventana porque estaba ocupada en otras cosas, tampoco era mi objetivo empezar a retomar lo que estaba escribiendo enseguida, porque hay que ser razonable. Pero fue un reencuentro con estar sola y escribiendo imaginando cosas, caminar, hacer cuadritos, no mucho más. Para mí, esto es muy halagador y de alguna manera te da un estímulo para escribir, para decir: “Bueno, hay alguien que lo lee”. Eso sí, es muy estimulante que haya una recepción. En realidad, tampoco me importa tanto lo que piense la gente. Me gusta la idea del escritor que desconcierta a los lectores, pero disfruto mucho más escribiendo.

Pero los lectores buscan cada vez más al escritor presencial.

Yo creo que eso es un poco injusto. No para mí. Fui periodista de rock durante muchos años y estoy acostumbrada a relacionarme con gente muy complicada. que era muy complicada, qué sé yo. No soy tímida. Tengo otros problemas, digamos, que no tienen que ver con los problemas de la exposición. Pero, para un escritor o una persona que es tímida y que es más privada y que tiene como una relación más compleja con la gente, es muy injusto, porque ahora se le exige al escritor que haga la parte performativa. Y te puede no salir bien, te puede no interesar. A veces no todo el mundo tiene la capacidad psicológica de poder soportar ver cómo titula un medio con lo más estúpido que dijiste o con un chiste o con algo que en ese momento soltaste porque estabas de mal humor y termina en el título. Y hay gente a la que eso la perturba mucho. O gente que no tiene la capacidad de decir: “Bueno, no lo leo”. Entonces, no me parece un ecosistema muy sano, me parece un ecosistema medio TikTok.

Sus éxitos recientes te han permitido recuperar su segunda novela, ambientada en los turbulentos años 90. ¿Cómo ha sido volver sobre ella? ¿Se reconoce en este libro?

Hace más de 20 años... era un momento particular de mi escritura. La novela me gusta, pero la siento muy lejana, no tanto porque sea realista, un realismo sucio, un coming of age, súper oscuro... No, no es por eso que la siento lejana. Es porque el estado mental que yo tenía en ese momento sí lo recuerdo bien y era un momento muy raro en todo sentido. Yo había publicado mi primera novela en el 94. Después pasé diez años sin publicar, pero no sin escribir. Sin publicar, porque una novela me la rechazó todo el mundo y la tiré, digamos. En el medio de esto, pasé mucho tiempo sin dinero, sin nada de dinero. Entonces escribí un libro pedido de mitología, corregí el estilo de traducciones antiguas de, no sé, de Dostoievski. Me pasaba un año entero haciendo cambios en Crimen y castigo... No es que perdiera el tiempo, pero tenía que hacer otras cosas. Y era el momento en Argentina de la crisis de 2001, como colapso total. Fue una novela que yo escribía en esos intervalos de lucidez entre algo muy de supervivencia y bastante depresivo. Entonces, leerla ahora, más que pensarla como un texto, me trae un poco ese momento. Me encanta que esté registrado y que esté registrado qué tipo de literatura hacía yo en ese momento... De hecho, la novela que tiré era una novela mucho más fantástica. Estaba en un momento muy poco metafórico,

Serie en Netflix “La adaptación que está haciendo Larraín es incluso más oscura que mis cuentos”

Aunque se trata de una novela realista, creo que el lector que la ha conocido con Nuestra parte de noche no se va a sentir decepcionado, porque va a encontrar el mismo ambiente oscuro y opresivo.

Yo creo que más oscuro y opresivo. Porque lo cuenta la víctima, digamos. Y porque es breve. Es una novela psicológicamente autobiográfica. Los hechos no lo son.

¿Se ha llevado consigo al desgraciado protagonista a lo largo de los años? ¿Se va encontrando con él, en estos tiempos de desigualdad creciente en la que cada vez hay más chicos que han perdido el rumbo?

Hay muchos. Yo trato de pensar a veces no tanto en lo que veo en la realidad, sino en cómo es un personaje literario que de alguna manera representa cierto momento de una juventud muy, no sé, muy frágil, desesperada, de mirada dañada. Entonces, pienso en libros como, no sé, Bret Easton Ellis y los chicos de Menos Que Cero, que tienen 19 años y están todos destruidos. Pero también en clásicos. Como El guardián en el centeno, ese nene. En ese momento incluso pensaba en un El Guardián en el centeno al revés, en un chico que, en vez de querer salir de una escuela de élite hacia lo sordido, quiere salir de lo sórdido hacia a la seguridad, digamos. Pero ese personaje no está preparado para el mundo, está medio preparado para la muerte. Es un personaje literario muy fascinante. No se trata solo del abuso sexual, sino del desamparo. No están tan endurecidos, están muy perdidos.

Usted ha pasado temporadas en Barcelona. En esta novela, Barcelona es como una metáfora de la aspiración, como un no-lugar que el joven protagonista sueña con alcanzar...

De hecho, no sabe ni que Barcelona es España. Barcelona en los 90 para Argentina era eso... ¿el lugar soñado?

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La autora, fotografiada el pasado año en Barcelona

ÀLEX GARCIA

¿Eso era así por lo que contaban los argentinos que se habían refugiado en ella durante la Dictadura?

Yo no estoy muy segura por qué. Había algo iconográfico, incluso. La arquitectura, la Sagrada Familia, el mar, la España que no era Madrid. No porque Madrid sea fea, pero como un lugar... No sé, el barrio gótico. Era eso, era una tierra prometida. Muy curiosa, además, por otra parte, porque mucha gente que vino incluso se encontraba, por ejemplo, con que algunos lugares eran bastante incómodos para vivir, en comparación con Argentina. O sea, hay lugares en el casco antiguo que no tienen baño, Eso, para un argentino es como un delirio. O que se hablaba catalán y que no había tanto trabajo como la gente pensaba. Pero incluso eso se negaba después. O sea, no era algo que cuando la gente volvía se comunicaba: “No era tan genial”. Y era un horizonte de posibilidad. Pero no Europa, no España, ¡Barcelona! Pasaporte italiano y Barcelona.

La parte esotérica “Milei no es un dictador, pero tiene todo ese discurso de las fuerzas del cielo”

En su obra aparecen a veces personajes razonablemente buenos que ayudan al protagonista, como el tío Luis de Nuestra parte de noche o la fascinante Nada de Cómo desaparecer completamente. ¿Surgen porque sí o los crea para aliviar un poco al lector de tanto horror?

Yo siempre necesito un aire noble, porque a veces las novelas son tan oscuras que a mí misma no me gustan. Como digo, acá hace falta un poco de luz, un poco porque la hay, pero otro poco porque a mí me interesa. O sea, yo escribo cosas muy oscuras y muy desesperanzadas, pero no me gusta que las novelas sean totalmente cínicas. Finalmente, la ficción es literatura y no me gusta que todo sea como una especie de exhibición de atrocidades. Creo que necesito como esos gestos de nobleza para iluminar un poco y también para darles una perspectiva a los personajes.

Da la sensación de que transita de forma natural entre géneros. Esta novela realista es tan dura que a veces parece irreal, y en su obra fantástica aparecen hechos históricos reales. ¿Es así o planifica muy bien el registro que va a usar?

A ver, depende. Lo que pasa es que es lo que me inspira y me influye. En esta novela hay un momento en que están en un concierto de rock y matan a un chico. Eso es estrictamente real. Y yo estaba en ese concierto, por eso lo puedo contar un poco así. Y estaba cerca de donde mataron al chico. Además, no se podía salir. Entonces, hubo muchos testigos involuntarios. Fue un linchamiento. Era nazi, sí, que acá no es tanto. Fue brutal en ese momento porque era un rarísimo caso de violencia juvenil política. La cultura política argentina, entre los jóvenes, es muy militante, muy intensa. La situación estaba tan absolutamente desquiciada y la fractura social era tan profunda que permitía esa situación. Es decir, lo matamos a una persona en público y no pasa nada. Y a mí, la realidad me inspira mucho para la ficción. Y no creo que sea una deformación periodística en el sentido que yo siempre hice periodismo cultural.

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Pero sigue muy de cerca la actualidad.

La sigo muy de cerca y me inspira muy de cerca. Entonces, creo que es un movimiento consciente, pero no muy deliberado, es como natural. Es como preguntarse: ”¿de dónde voy a sacar, si no, la información?”. Es un poco eso. Y eso creo que te permite cierta flexibilidad de género. No es deliberado, pero sí es intencional.

Hay paralelismos inquietantes entre su obra y las angustias de hoy. Estos gigantes tenebrosos que controlan nuestros datos y nuestro rastro digital me recuerdan a la Orden de Nuestra parte de noche...

Sí, es el poder invisible, o sea, el poder esotérico, que ahora es muy evidente por el algoritmo y qué sé yo. Eso supongo que con el tiempo, cuando se perfeccione un poco más, ni siquiera nos vamos a dar cuenta de eso. Y sí, es que yo cuando pensaba en la Orden, pensaba en los poderes, sobre todo en las dictaduras, cuando tratan de mantenerse en el poder. O sea, los nazis con el Santo Grial. Pinochet tenía a gente que veía vírgenes y con eso, cuando se estaba cayendo el Gobierno, había un vidente de vírgenes y el Gobierno sobrevivía cuatro meses más.

¿Y en Argentina?

En Argentina pasó durante la dictadura, pero también antes, con López Rega, que era secretario de Perón y era espiritista. Y Milei no es un dictador, pero todo el discurso de las fuerzas del cielo también tiene esa parte esotérica. Y, a mí, esa relación del poder con los poderes invisibles siempre me pareció muy aterradora.

Ahora tenemos a los aprendices de brujo de la Inteligencia Artificial.

Empezaron a decir que crearemos a Dios con inteligencia artificial. Démosle 10 años para que el robot sea más inteligente de lo que es, porque todavía es un Dios medio tarado, pero es cuestión de tiempo.

Publica ahora otro libro, Archipiélago (Ampersand), sobre su formación lectora. Describe entre otras una conversación mágica entre el matrimonio protagonista de Los muertos de Joyce, un pasaje literario cumbre. ¿Cree que la IA será capaz de escribir algo así algún día?

No, no, no. Técnicamente lo puede hacer. Es cuestión de cargarle con la información y todo lo demás. Pero sin la sensibilidad y la experiencia, por más que sea una copia idéntica, para mí no tiene interés. O sea, no es creación en el mismo sentido, no es creación con sensibilidad, no es creación con mística, no es creación con dolor, no es creación con pena, no es creación con alegría.

El problema es que esa literatura memorable va a servir para entrenar modelos de IA. Estas reflexiones que me hace hoy aparecerán algún día en la búsqueda de alguien. ¿Le inquieta?

Sí, pero siempre creo que la manera de no perderse en eso es decir: “Bueno, este puede pintar un cuadro idéntico a Pollock, que además tampoco es tan complejo”. Pero la locura de Pollock no está ahí. Porque no está.

Eso nos devuelve al inicio. El lector va a querer ver en persona al autor para cerciorarse de que existe y no es fantasía artificial.

Para que nadie dude de que lo hizo uno... Bueno, paso lo mismo con los músicos. Creo que es una especie de bendición horrorosa lo que pasó con Spotify, que los obliga a a tocar, a estar en vivo, a los que puedan hacerlo. Y creo que eso se va a profundizar, sobre todo porque ya hay un montón de bandas que no existen y la música sí es fácil de reproducir. Bueno, quizá que el autor tenga que hablar es una instancia que está buena para los lectores, para que vean que esto es real. O que un músico tenga que tocar, o incluso el valor de que una película no se haga toda con inteligencia artificial, sino que se ruede en lugares reales. Hay como una revalorización de eso, quién sabe cuánto va a durar, pero es una tendencia muy clara.

Pronto será usted noticia porque Netflix rodará una serie dirigida por Pablo Larraín basada en algunos de sus relatos. ¿Va a estar encima de la producción?

Fue Larraín quien se aproximó; él tenía muchas ganas de hacer algo conmigo. Estará el primer cuento de Un lugar soleado para gente sombría, más otros que fueron incorporando. O sea, yo no escribí el guion. Yo dije: “Bueno, OK, es una adaptación y es la visión de Pablo”. Ahí sí colaboré bastante con los diálogos, con el desarrollo, con ideas. Es una adaptación bastante diferente y yo confío en él, me parece que es una persona que es inteligente y que tiene muy buen gusto y que tenía ganas de hacer algo más arriesgado. Es super dark (superoscura) la adaptación.

¿Más oscura aún que sus cuentos?

(Ríe) Muy dark. Para Netflix, quiero decir. Yo lo leía y decía: “¿Esto va en serio?”. Qué sé yo. A lo mejor como decían: “Pablo Larraín trabajó con Kristen Stewart, trabajó con Natalie Portman...”, entonces, Netflix dice: “Vamos para adelante”. Pero yo leo cosas y digo: “Bueno, no sé”

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